viernes, 20 de agosto de 2010

Lo que Pirandello comió y a nadie se lo contó




La pasta italiana es como la farsa filosófica. Como ocurre en la mayor parte de esas farsas, el protagonista, en nuestro caso yo, se muestra más expresivo y charlatán y así me encontré y me lucí mezclando el arte de fingir con un milhojas de tortellinis frescos y verduras insolentes.
El contexto histórico de esta obra y receta así como su ambientación remontan ambas a una noche anecdótica, cuando precisamente me vi obligada a formar una milésima parte de la mafia siciliana y colarme entre ellos como una rodaja de calabacín entre capas
de pasta fresca, abundante.

La nata; gran tema y cuestión que sólo se puede solucionar a la luz de una vela, tras un buen asesinato. El Sr. Sirico, tan goloso y sensato, llega a mi casa jadeando, tras subir las escaleras de cuatro pisos a pulso y a una velocidad que su edad nunca justificaría. Mayor, algo que se intuye tanto por el respeto que el Sr. Sirico inspira a los afortunados que se encuentran a su alrededor, como por su posicionamiento en la pequeña sociedad de este edificio y sus puntuales cotilleos.

La nata es un ingrediente más, que por su riqueza en proteínas y calorías, va con todo y cubre todo sabor de tal manera que camufla pequeños defectos y malentendidos entre los demás ingredientes, utilizados en la elaboración del respectivo plato. La nata me saca de dudas y apuros cada vez que manejo pasta fresca, hecha a base de yemas de huevo y me invita a perfumarla con una pizca de anís estrellado.



El Sr. Sirico llega hasta mi puerta y le pega dos golpes justo cuando empiezo a menear mi colador y así escurrir bien los tortellinis, gordotes y mofletudos, rellenos de requesón. Quedo a la entera disposición de los vecinos, un intercambio constante de pequeños detalles nos une y a la vez nos separa; a falta de sal, azúcar, harina o café todos en esta comunidad solemos recurrir a las puertas cerradas de los vecinos que se abren de par en par para prestar o devolver esos alimentos básicos que, curioso, a menudo nos suelen faltar. Así se establece esta relación curiosa que bajo el término ¨ vecino ¨ se acoge. Con esa inercia pues, abro la puerta pensando que se trata de un intercambio de bienes más.

Y allí veo al Sr. Sirico que murmura ¨ buenas tardes Gina-déjame pasar ¨ entre suspiros pesados y discontinuos y una voz que por su temblor y agudeza me hace entender que no me va a pedir ni sal, ni pimienta.

Es curiosa la relación que inconscientemente, supongo, se establece entre el calabacín y la berenjena. Por alguna razón, ambas verduras se pueden acompañar entre sí perfectamente y a la vez se anteponen. Dicha fusión, confusión o paradoja igual se basa en el cultivo de esas dos hortalizas que requiere climas cálidos o en la propia carne y pulpa de esos frutos oblongos y alargados que son consistentes, de textura esponjosa y obtienen una riqueza digna y dulzona al freírse, pocharse o estofarse.

El Sr. Sirico se desploma en una de las dos sillas que mi pequeño apartamento dispone mientras yo me pongo a laminar con algo de despiste dos calabacines medianos y una berenjena grandota y hermosa.

-Verás, tuve que irme anoche de mi casa porque, porque me llamaron los compañeros, sabes los de mi trabajo que tenían que descargar ese camión que llegaba tarde del norte y bueno, se nos hicieron las tantas, nos pusimos a hablar y tomar unas cervezas…Esta mañana cuando he vuelto a mi casa estaba cerrada con llave y -yo la mía no la suelo llevar encima- así que volví directamente a la lonja para rellenar los papeles de la carga recibida anoche. Mira, acabo de volver ahora y parece que mi mujer no ha vuelto, la puerta está cerrada con llave y era por si podía trepar por tu balcón al mío, a ver si Rita ha dejado la ventana abierta como tiene costumbre. Vaya, ¿qué es esto? ¿Pasta?

Es preciso decir que la nata sola no aporta más que un sabor bastante neutro, así que suelo enriquecerla con champiñones partidos por la mitad o setas troceadas en juliana gruesa. Pasando las láminas de berenjena y calabacín por la sartén hasta que se doren, me ocupo a la vez de poner en un cazo la nata liquida y sin montar a fuego lento. Con gestos lentos y precisos parto unos cuantos hongos frescos que previamente he frotado con un paño; así no pierden esa delicadeza y recuerdo a terruño mojado durante un otoño húmedo y lluvioso.



-Sí señor, es pasta, los tortellinis me gustan demasiado y hacía mucho que nos los tomaba.
Los estoy preparando con unas verduritas salteadas y los pienso cubrir con una salsa modesta de nata y champiñones.



El Sr. Sirico me mira con la mirada de un sureño que añora el sol y el viento de su tierra, una mirada que oculta con esmero esa inquietud y nervios, soltando unos cuantos últimos suspiros recordándome su incidencia nocturna que me acaba de contar, reclamándome así una respuesta a su apuro.



-Mira, en el sur la pasta se toma a diario pero eso no quita el respeto que le tenemos a este alimento, yo anoche le dije a mi mujer que volvería tarde y ella por lo visto se habrá cogido uno de sus enfados; estará dentro y no me querrá dejar entrar o, qué se yo, a lo mejor está por ahí. Yo, Gina, yo la quiero mucho pero esa mujer me tiene desmotivado, triste y… qué quieres que te diga, mujer que no sabe disfrutar es como un coche bonito que no arranca. Luego ella la pasta la detesta y mujer que no come pasta y, peor aún… ella no sabe prepararla y cada vez que se pone a cocinar comete un delito tras otro y yo…


Bien. No soy partidaria de esos platos abundantes de pasta que se sirven con la salsa ya mezclada. Tampoco me gusta montar platos tan obvios de espaguetis amontonados y su referente salsa servida por lo alto de ese montón. Así me servía los macarrones mi madre y siempre me quedaba al final pasta sin condimentar, bocados insípidos que siempre me desmotivaban. Así que me decanto por servir los tortellinis por capas e intercalar las láminas de berenjena y calabacín. Empaparé cada capa antes de cubrirla con la siguiente y también añadiré un poquito de queso dulzón, tipo emmental, rayado.



El matrimonio que forman el Sr. Sirico y Rita era bien conocido en el edificio por sus abundantes discusiones y enfados, portazos y voces a medianoche. Sr. Sirico, mayor de edad y Rita de apenas cuarenta años, formaban un matrimonio formidable aunque un tanto escandaloso. Se solía hacer a menudo referencia a su temperamento mediterráneo del sur, cosa que a veces justificaba algún que otro golpe, grito o llanto desesperado y otras no. Sin embargo, tengo que tener cuidado y no despistarme; las capas se tienen que montar ya y rápido, así mi milhojas se quedará sólido y uniforme, la temperatura de la salsa hará que se derrita el queso rayado y los tortellinis mofletotes se empapen homogéneamente junto con mis hortalizas doradas.


Intuyo la predisposición del Sr. Sirico a quedarse a cenar conmigo. Supongo que estará hambriento y deseará probar un plato de pasta recién hecha.



-Quédese a cenar señor, así yo no tengo que cenar sola y como ve hay pasta de sobra.
-Muy amable Gina, así hago tiempo y a lo mejor mi mujer vuelve mientras cenamos y así no tengo porque saltar por la ventana.




El milhojas estuvo exquisito. Cenamos tranquilos los dos a la luz de una vela y estuvimos contando nuestras experiencias sureñas tomando un vino blanco, fresquete y también del sur.
Rita nunca volvió, mejor dicho, desde esa noche el Sr. Sirico nunca volvió a aparecer por el edificio. Rumores y cotilleos de nuestra comunidad insinúan que a la pobre Rita la encontraron asesinada en la lonja porteña de mi pequeña ciudad.

Un delito no saber preparar la pasta y, me cuenten lo que me cuenten, entre intercambios de sal y de azúcar, entre puertas cerradas y vecinas, yo siempre lo que contesto es que sí.

Sí que hay una constante confusión entre el calabacín y la rica berenjena; así es (si así os parece).








Datos de interés: Así es, Mafia, Barbadillo


La última foto participa en el concurso ¨Sube las fotos de Tu momento Barbadillo¨ del CanalCocina


5 comentarios:

jesusMoss dijo...

Muy divertida la historia Georgia. Mucha suerte con el concurso de Barbadillo!

Cuentos Al Vino dijo...

Gracias Jesús
saludos

Anónimo dijo...

La verdad es que ni Rita ni muchos de los vecinos preprararían un plato tan suculento como el de Gina. Las fotos me han abierto el apetito y las ansias de mezclar sabores! Así que el día menos pensado plagio esta receta y la preparo en casa, ente vinos sureños por supuesto, también con velitas, a ver si con suerte algún Sr. Sirico se me presenta en casa y me hace compañía...
Precioso texto, exquisitas no sólo tus fotos sino también tus palabras.
Un beso!

Cuentos Al Vino dijo...

Cuando tú hagas esta receta no será ningún plagio sino algo tuyo, exquisito y muy personal.
Ese día, menos pensado pues, espero que te acompañe un tal Sr. Sirico, que sea mafioso, alma vecina y goloso.
Gracias de corazón!

Anónimo dijo...

Llego tarde a este Post, aunque no tanto como para no temblar ante semejante plato, vino de primera copa compartida y amistades que no se pueden rechazar.

Gina? Suena bien. Los Genovesi (y mi nonno lo era) lo pronunciarían algo así como "Tchiiiina"...

Sé que te fue bien en el concurso, pero por si acaso todo, en tu proximo appuntamento con un italiano deja bien abiertas las ventanas y revisa la estabilidad de la cornisa.

AB