Me lo dejo todo a medias para comunicarte mi ilusión por haberme encontrado un tarro de tahini por ahí, por la selva comercial, donde abunda la variedad, el apetito y la impulsión, con o sin fundamento.
Un tarro de tahini de Grecia entre delicias gourmet, sabor familiar y en el fondo de mi memoria con cariño conservado. De marca Olympos, de sésamo bien molido y de las cosas que nunca encuentras cuando te las pones a buscar.
Pienso untarlo en mi rebanada de pan de desayuno y quizás echarle un par de gotitas de limón; de esos bocados que terminas recibiendo en tu paladar con los ojos inconscientemente bien cerrados.
Lo dejo ahí, encima de la mesa, luego me pongo a pensar si en una crema de garbanzos también lo puedo utilizar o una ensalada de tabule con él aderezar y tal vez acompañarlo con un vino albarín, fresquito y afrutado.
Pienso untarlo en mi rebanada de pan de desayuno y quizás echarle un par de gotitas de limón; de esos bocados que terminas recibiendo en tu paladar con los ojos inconscientemente bien cerrados.
Lo dejo ahí, encima de la mesa, luego me pongo a pensar si en una crema de garbanzos también lo puedo utilizar o una ensalada de tabule con él aderezar y tal vez acompañarlo con un vino albarín, fresquito y afrutado.
Empieza el partido así que te tengo que dejar,
Allez les grecs y ¡viva mi tarro de tahini!
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